viernes, 5 de diciembre de 2014

El héroe anónimo de la MINA SAN JOSÉ

Eduardo Hurtado sostiene la "prueba de vida".
Cuando atravesaba el Campamento Esperanza, Eduardo Hurtado supo que no sería “una pega más”. Le correspondería dirigir el equipo de perforación que primero “rompería” en el refugio donde estaban atrapados los trabajadores de la Mina San José, a 700 metros bajo tierra. Lo más relevante: fue el primero que confirmó que los 33 seguían vivos. Hubo de todo, agotamiento, incertidumbre, solidaridad y sorpresas. Aún se emociona. Aquí, su relato.

Por Alfredo Galleguillos C. 



A la edad de 57, Eduardo Hurtado podría ser un típico minero a la antigua. De los buenos. Sin más educación formal que la enseñanza media, comenzó a trabajar siguiendo el ejemplo de la parentela. Pero, quienes lo conocen íntimamente, reconocen que es mucho más que un experto en sondajes. Es uno de los principales héroes anónimos que devolvió la fe a millones de personas esos meses de agosto y septiembre de 2010. El rescate de los 33. Los 33 de la Mina San José.

Como Jefe de Área Aire Reverso de Terraservice, a Hurtado correspondió dirigir el equipo de perforación que “rompió” en el refugio a casi 700 metros bajo tierra, donde estaban atrapados los mineros. Aunque lo más crucial de este momento fue verificar que los 33 seguían vivos.

Criado en Ovalle y actual residente de La Ligua, el sondajista pasa la mayor parte del tiempo dirigiendo equipos para prospecciones en Atacama o en la oficina de Terraservice en Copiapó. Cuesta convencerlo de recordar esa fecha. “No me gusta la farándula”, argumenta.



“Yo venía viajando a la altura de Chañaral y en la radio salió la noticia”, dice. Sin dimensionar la verdadera magnitud del acontecimiento, ese jueves 5 de agosto solo reflexionó lo trágico de que tanta gente fuera afectada. Pero el destino lo implicaría de manera dramática.

“Dos días después había llegado en la mañana a mi casa. En la noche sonó el teléfono, era mi jefe. Me comentó la situación. Fue muy sutil. Al final le pregunté derechamente: ‘¿Quieres que vaya yo?’. ‘Sí, obvio’, me dijo”. Y partió.

Al llegar a la mina San José y enfrentar el campamento Esperanza, Eduardo Hurtado comprendió que no sería una perforación más. “Me cambió la perspectiva. La cuestión era heavy”, afirma. Todavía no había máquinas pesadas en el área, solo un bulldozer. Eran las 9 am del domingo 8.

“No había nada claro. Estaban los dueños y su jefe de operaciones. La gente estaba shockeada”, recuerda. No había plataformas para ubicar la perforadora ni cartas topográficas. “Tuvimos que empezar a trabajar casi al ojo”, acota.

Hurtado quedó como responsable del equipo de Terraservice, la primera empresa que llegó a la zona el desastre para ayudar en lo que después se conocería como “plan B”. En la tarde llegó gente de Codelco Salvador, los que empezaron a organizar el rescate. Más tarde arribaron equipos de Escondida y otras mineras privadas.

LA TERCERA, LA VENCIDA

La primera etapa era la búsqueda. “Ver si estaban con vida”, detalla. Eduardo Hurtado y sus hombres operaban con una Schramm TW 685. “Hicimos tres pozos. El primero partió el martes. Un geólogo de Codelco nos ubicó en un lugar distinto al que habíamos elegido para llegar en vertical, porque estimó que había riesgo de hundimiento, es decir, una falla en el suelo que podría tragarnos con la máquina y hacer más grave la situación”,  consigna. El jueves se detuvo la tarea pues hubo una desviación imposible de corregir.



En la segunda perforación, el equipo se movió lo suficiente para mejorar la puntería. “A los 504 metros, rompimos una lahor. Pensamos ‘¡rompimos!’ y golpeamos las barras para ver si se sentían golpes abajo. Se paró todo. Sentimos ruidos, había más de 60 personas escuchando. Bajaron una cámara y se vio que era solamente un trabajo antiguo. Los sonidos pudieron deberse a la elongación de las barras, los cambios de temperatura… Algo hubo ahí”, asevera. Incluso un carabinero del retén móvil fue y “casi se fue de espaldas” cuando escuchó los sonidos.

Al iniciar el tercer pozo ya disponían de cálculos más precisos. El avance era cauteloso para no producir desvíos en el pozo de 15 centímetros de diámetro. Empezaron un jueves sin interrupciones hasta el domingo 22 de agosto. No había tiempo para recuperarse del cansancio. Pero siempre para la solidaridad. “Hubo un día de lluvia intensa. La gente del campamento tenía carpas, pero no para eso. Les pasamos nailon y carbón para abrigarse”, rememora.

Dormía a ratos en el asiento de una camioneta. Un supervisor se hacía cargo de día y otro en la noche. Pero costaba relajarse. Prefería estar al lado de la máquina y sus 16 viejos, “donde las papitas queman”, asegura.

En lo que no pasaron penurias fue con la alimentación. “Comimos más que en ningún lado”, dice un Eduardo Hurtado más risueño. Había un casino abastecido por las autoridades. A ello se sumó el aporte de Leonardo Farkas: “De la Minera Santa Fe traían cada dos días cajas con sándwiches”. En otra ocasión los pescadores de Caldera obsequiaron sándwiches de pescado.

“EL FLACO DE ARRIBA”

El equipo de Terraservice perforaba con mejores expectativas, según los cálculos geológicos. “La tensión llegaba al máximo. Todos sabían que íbamos a romper. Aplicamos todas las técnicas para no desviar… y el resto lo hizo el Flaco de Arriba, ¿me entiende?”, sostiene Hurtado.

El reloj marcaba las 6:10 de la madrugada cuando la nube de polvo dejó de salir del pozo de perforación. En el día 17 la señal fue clara. “Golpeamos las barras y se sintieron los golpes de vuelta. Volvimos a pegar con un martillo minero y nos respondieron con más fuerza. Ahí saltamos. Vino gente de otras máquinas. Las autoridades llegaron como a las 8”.

Más tarde se midió y se sacaron las barras. La ansiedad se mantenía por saber la condición de los mineros atrapados. Hasta que salió la última barra y el martillo percutor. “Ahí venían las cartas y el famoso papel”, recuerda el experto. Limpió el barro y advirtió al ministro Laurence Golborne que una parte de la barra estaba pintada con color rojo. “Esto viene de abajo, ministro. La barra no bajó pintada”, le dijo.



Además venían dos cartas. Una de Mario Gómez. Un elástico que las afirmaba quedó en la camioneta de Terraservice. Y un ayudante se sorprendió al encontrar en sus pliegues otro papel. “Estamos bien en el refugio los 33”, se leía en letras también rojas.

Hurtado todavía se emociona. “El psicólogo de la ‘achs’ nos dijo que iba a costar un poco. ‘Ustedes pusieron todo el corazón en esto’, nos decía”. Así como él, la mayoría de sus viejos también vive con esa emoción latente. “Esta fue la pega más importante de nuestras vidas”, les dijo en su oportunidad.

Lo mejor, recalca, fue el espíritu de unidad que se esparció entre todos los técnicos y empresas que trabajaron en el rescate. “En esa etapa no vi ningún conflicto. Todos íbamos por un objetivo común. Nos ayudábamos. A una empresa le faltaron barras y nosotros les pasamos algunas. Y no son baratas. No había competencia por figurar”, concluye.


Basado en artículo publicado en Minería Total, diciembre de 2014.


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